Bemoles y connotaciones de la “apertura” de la Iglesia
Por: Pablo Peralta y Martín Zelaya (Ideas)
Benedicto dio paso al uso de preservativos como forma de luchar contra el sida. Pero ¿qué dijo exactamente, qué quiso decir, qué significan sus palabras y cuáles son sus alcances?
“Puede haber casos particulares justificados, por ejemplo cuando una prostituta usa un profiláctico, y esto puede ser un primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad…”.Con esta frase -que varía según la traducción e interpretación, pero que en esencia significa lo mismo- el papa Benedicto dio inicio a una histórica apertura de la Iglesia Católica hacia el uso del preservativo como método de prevención contra el sida y otras enfermedades de transmisión sexual.
Las declaraciones, que forman parte de una extensa entrevista concedida al escritor alemán Peter Seewald, causaron una enorme oleada de repercusiones, debates y cuestionamientos en todo el mundo.
Una vez difundido, el lunes pasado, el extracto de la charla que forma parte del libro La luz del mundo: el Papa, la Iglesia y las señales de los tiempos, la conmoción social y mediática fue tal, que la vocería del Vaticano tuvo que salir a detallar y ratificar la afirmación de Joseph Ratzinger.
La ultraconservadora hermandad Pío X criticó duramente al Papa por no “diferenciar entre la tolerancia de un mal y su aprobación”. Otros sectores, en cambio -la mayoría- saludaron a esta “apertura”, y no fueron menos quienes la consideraron “tardía e insuficiente”.
Por muy relativo valor que tenga el paso dado por Benedicto, no obstante, no se debe olvidar la postura cerrada de su predecesor, Juan Pablo II, que se destacó por ser un acérrimo opositor al uso del condón, pese a que durante su pontificado estalló y se hizo crónica la pandemia de sida en varios países africanos.
Las posturas en el país
¿Y dentro de nuestras fronteras? La Iglesia Católica boliviana revalidó las palabras del Papa, aunque considera que no se trata de un “cambio significativo”. Incluso el Opus Dei, considerado como un ala católica radical, está de acuerdo con la postura del Sumo Pontífice, según admitió su representante en La Paz, Pablo Tevere.
Marcial Chupinagua, vocero de la Arquidiócesis de Santa Cruz, sostiene que se trata de una “situación excepcional” que no necesariamente puede ser considerada como una aquiescencia de la Iglesia para el uso libre del preservativo.
“Por ejemplo -señala- en el caso de personas infectadas con sida, si tienen conciencia del daño que pueden hacer (manteniendo relaciones sexuales) sería mejor que usen el profiláctico. Así darían una muestra de valoración de sí mismos y de su pareja”.
Para Chupinagua, la importancia y valor de las declaraciones del Papa radican en tres aspectos: “el primero, y que está por encima de todo, es el cuidado y respeto de la vida; el segundo, la dignidad de la salud de la persona; y el tercero es la valoración de la sexualidad humana”.
Pero no todas las miradas son optimistas. Violeta Ross, activista de la Red Nacional de Personas Viviendo con VIH y sida en Bolivia, destaca esta “pequeña apertura” de la Iglesia, aunque sostiene que llega “bastante tarde, cuando la epidemia es mundial y ha causado muchos muertos”.
Para Ross, no sólo la católica, sino todas las jerarquías religiosas en general “han sido responsables de dar o negar información que ha producido falsa seguridad en la gente, pues muchas personas se han casado pensando que el matrimonio era una protección automática contra el sida”.
La principal crítica de la activista es que si no se permite el uso del condón fuera de la prostitución, “las trabajadoras sexuales sí estarán protegidas, pero no así el resto de la población que por no protegerse está expuesta al VIH”.
¿Discriminación?
David Aruquipa, integrante de la Familia Galán, un colectivo de personas con orientación sexual diferente, asegura que el uso del condón es un tema que involucra el derecho a la salud, la ética pública y la vida humana y que “las moralidades” que pueda tener al respecto la Iglesia, no tendrían por qué afectar en la decisión de cada persona.
“Antes y muy al margen de que lo diga el Papa, la población lo ha ido demandando constantemente. El uso del condón realmente es parte de la salud sexual y reproductiva, es parte de la sexualidad; entonces, no hay Iglesia ni institución que tenga la potestad de decir ahora estamos de acuerdo porque sí, cuando antes no”.
Por otro lado, para Aruquipa, las críticas e interpretaciones ambivalentes que generaron las declaraciones de Benedicto dentro y fuera del clero, “demuestran que hay un profundo debilitamiento de la Iglesia”.
Como en casi cualquier temática de interés y trascendencia, es poco probable que los criterios lleguen a unificarse. De todas maneras, como dice el antropólogo y sacerdote jesuita, Xavier Albó, “puede que no sea el bien mejor, pero sí el mal menor”.
El preservativo y las señales de los tiempos
Teresa Lanza
Las afirmaciones del Papa Benedicto en el libro La luz del mundo: el Papa, la Iglesia y las señales de los tiempos, en el que reconoce que el uso del condón sirve para la prevención del sida, sin duda es una pequeña grieta por donde se puede mirar la magnitud de una pandemia que desde hace más de dos décadas está causando estragos.
La prohibición del uso del condón por parte de la jerarquía de la Iglesia Católica, ha condenado a muerte por sida a millones de seres humanos, a pesar de los numerosos argumentos sobre la dignidad y el valor de todas las personas, los derechos y responsabilidades de la sociedad y el amor y el perdón de Dios.
Los centros hospitalarios católicos proporcionan atención médica a miles de portadores del virus -y de otras enfermedades de transmisión sexual- ; sin embargo, los jerarcas eclesiásticos persistieron en oponerse a la prevención, cayendo en profundas contradicciones.
Las señales de los tiempos son inequívocas; las condiciones económicas, sociales y culturales han cambiado en un mundo dinámicamente globalizado y le están planteando retos ineludibles a una institución que no sólo condiciona la salud de potenciales víctimas de contagio, sino también a las mujeres que desean evitar un embarazo no deseado. El daño está hecho y sólo queda repararlo.
Los miembros de la Iglesia Católica debemos considerar toda la información disponible que nos ayude a prevenir y combatir el sida y otros males, así como la posibilidad de optar por métodos anticonceptivos e incluso la interrupción de un embarazo no deseado.
La aplicación de estos conocimientos, de acuerdo a las circunstancias de la vida personal de cada uno, debe supeditarse ante todo a la conciencia, sobre todo tomando en cuenta que no hay una posición unificada e idónea sobre los tres temas en la Iglesia, que deja todo sujeto a interpretaciones discrecionales.
Las señales de los tiempos también nos dicen que -en Bolivia en particular- es momento de pensar y hablar en términos positivos de la sexualidad, de dejar de culpar a las mujeres, de que el Estado adopte políticas públicas libres de juicios de valor que garanticen el ejercicio pleno de los derechos sexuales y reproductivos, tal como manda el artículo 66 de la Constitución. A la Iglesia sólo le queda respetar dichas disposiciones emanadas de un Estado laico.
Benedicto dio paso al uso de preservativos como forma de luchar contra el sida. Pero ¿qué dijo exactamente, qué quiso decir, qué significan sus palabras y cuáles son sus alcances?
“Puede haber casos particulares justificados, por ejemplo cuando una prostituta usa un profiláctico, y esto puede ser un primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad…”.Con esta frase -que varía según la traducción e interpretación, pero que en esencia significa lo mismo- el papa Benedicto dio inicio a una histórica apertura de la Iglesia Católica hacia el uso del preservativo como método de prevención contra el sida y otras enfermedades de transmisión sexual.
Las declaraciones, que forman parte de una extensa entrevista concedida al escritor alemán Peter Seewald, causaron una enorme oleada de repercusiones, debates y cuestionamientos en todo el mundo.
Una vez difundido, el lunes pasado, el extracto de la charla que forma parte del libro La luz del mundo: el Papa, la Iglesia y las señales de los tiempos, la conmoción social y mediática fue tal, que la vocería del Vaticano tuvo que salir a detallar y ratificar la afirmación de Joseph Ratzinger.
La ultraconservadora hermandad Pío X criticó duramente al Papa por no “diferenciar entre la tolerancia de un mal y su aprobación”. Otros sectores, en cambio -la mayoría- saludaron a esta “apertura”, y no fueron menos quienes la consideraron “tardía e insuficiente”.
Por muy relativo valor que tenga el paso dado por Benedicto, no obstante, no se debe olvidar la postura cerrada de su predecesor, Juan Pablo II, que se destacó por ser un acérrimo opositor al uso del condón, pese a que durante su pontificado estalló y se hizo crónica la pandemia de sida en varios países africanos.
Las posturas en el país
¿Y dentro de nuestras fronteras? La Iglesia Católica boliviana revalidó las palabras del Papa, aunque considera que no se trata de un “cambio significativo”. Incluso el Opus Dei, considerado como un ala católica radical, está de acuerdo con la postura del Sumo Pontífice, según admitió su representante en La Paz, Pablo Tevere.
Marcial Chupinagua, vocero de la Arquidiócesis de Santa Cruz, sostiene que se trata de una “situación excepcional” que no necesariamente puede ser considerada como una aquiescencia de la Iglesia para el uso libre del preservativo.
“Por ejemplo -señala- en el caso de personas infectadas con sida, si tienen conciencia del daño que pueden hacer (manteniendo relaciones sexuales) sería mejor que usen el profiláctico. Así darían una muestra de valoración de sí mismos y de su pareja”.
Para Chupinagua, la importancia y valor de las declaraciones del Papa radican en tres aspectos: “el primero, y que está por encima de todo, es el cuidado y respeto de la vida; el segundo, la dignidad de la salud de la persona; y el tercero es la valoración de la sexualidad humana”.
Pero no todas las miradas son optimistas. Violeta Ross, activista de la Red Nacional de Personas Viviendo con VIH y sida en Bolivia, destaca esta “pequeña apertura” de la Iglesia, aunque sostiene que llega “bastante tarde, cuando la epidemia es mundial y ha causado muchos muertos”.
Para Ross, no sólo la católica, sino todas las jerarquías religiosas en general “han sido responsables de dar o negar información que ha producido falsa seguridad en la gente, pues muchas personas se han casado pensando que el matrimonio era una protección automática contra el sida”.
La principal crítica de la activista es que si no se permite el uso del condón fuera de la prostitución, “las trabajadoras sexuales sí estarán protegidas, pero no así el resto de la población que por no protegerse está expuesta al VIH”.
¿Discriminación?
David Aruquipa, integrante de la Familia Galán, un colectivo de personas con orientación sexual diferente, asegura que el uso del condón es un tema que involucra el derecho a la salud, la ética pública y la vida humana y que “las moralidades” que pueda tener al respecto la Iglesia, no tendrían por qué afectar en la decisión de cada persona.
“Antes y muy al margen de que lo diga el Papa, la población lo ha ido demandando constantemente. El uso del condón realmente es parte de la salud sexual y reproductiva, es parte de la sexualidad; entonces, no hay Iglesia ni institución que tenga la potestad de decir ahora estamos de acuerdo porque sí, cuando antes no”.
Por otro lado, para Aruquipa, las críticas e interpretaciones ambivalentes que generaron las declaraciones de Benedicto dentro y fuera del clero, “demuestran que hay un profundo debilitamiento de la Iglesia”.
Como en casi cualquier temática de interés y trascendencia, es poco probable que los criterios lleguen a unificarse. De todas maneras, como dice el antropólogo y sacerdote jesuita, Xavier Albó, “puede que no sea el bien mejor, pero sí el mal menor”.
El preservativo y las señales de los tiempos
Teresa Lanza
Las afirmaciones del Papa Benedicto en el libro La luz del mundo: el Papa, la Iglesia y las señales de los tiempos, en el que reconoce que el uso del condón sirve para la prevención del sida, sin duda es una pequeña grieta por donde se puede mirar la magnitud de una pandemia que desde hace más de dos décadas está causando estragos.
La prohibición del uso del condón por parte de la jerarquía de la Iglesia Católica, ha condenado a muerte por sida a millones de seres humanos, a pesar de los numerosos argumentos sobre la dignidad y el valor de todas las personas, los derechos y responsabilidades de la sociedad y el amor y el perdón de Dios.
Los centros hospitalarios católicos proporcionan atención médica a miles de portadores del virus -y de otras enfermedades de transmisión sexual- ; sin embargo, los jerarcas eclesiásticos persistieron en oponerse a la prevención, cayendo en profundas contradicciones.
Las señales de los tiempos son inequívocas; las condiciones económicas, sociales y culturales han cambiado en un mundo dinámicamente globalizado y le están planteando retos ineludibles a una institución que no sólo condiciona la salud de potenciales víctimas de contagio, sino también a las mujeres que desean evitar un embarazo no deseado. El daño está hecho y sólo queda repararlo.
Los miembros de la Iglesia Católica debemos considerar toda la información disponible que nos ayude a prevenir y combatir el sida y otros males, así como la posibilidad de optar por métodos anticonceptivos e incluso la interrupción de un embarazo no deseado.
La aplicación de estos conocimientos, de acuerdo a las circunstancias de la vida personal de cada uno, debe supeditarse ante todo a la conciencia, sobre todo tomando en cuenta que no hay una posición unificada e idónea sobre los tres temas en la Iglesia, que deja todo sujeto a interpretaciones discrecionales.
Las señales de los tiempos también nos dicen que -en Bolivia en particular- es momento de pensar y hablar en términos positivos de la sexualidad, de dejar de culpar a las mujeres, de que el Estado adopte políticas públicas libres de juicios de valor que garanticen el ejercicio pleno de los derechos sexuales y reproductivos, tal como manda el artículo 66 de la Constitución. A la Iglesia sólo le queda respetar dichas disposiciones emanadas de un Estado laico.
* Directora de Católicas por el Derecho a Decidir.
Nota publicada en la revista Ideas del periódico Página Siete. La foto de esta versión bloggera es de AFP y ha sido tomada de http://es.noticias.yahoo.com.
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