El coleccionista de billetes
Hace dos años, cuando Jorge Luis Molina viajaba por tierra
hacia Brasil, en Chimoré una persona se llevó por error una maleta en la que
transportaba una colección de billetes, valuada en 10.000 dólares. Pese a la
peripecia y a la dimensión de la pérdida, la suerte jugó a su favor. Después de
siete meses, el individuo devolvió la valija de una forma misteriosa.
No había revisado mucho el equipaje, pero sí lo suficiente
como para dar con una referencia del dueño. Un día, Molina recibió la
inesperada llamada. Nunca vio al individuo, porque éste se limitó a decirle por
teléfono que su maleta lo esperaba en un guardaequipaje de la terminal de
buses. Jamás volvió a saber de él. “Eso fue impresionante y, vaya, ocurre pocas
veces”, comenta.
Jorge Luis Molina es un devoto coleccionista de billetes, un
viajero empedernido en busca de piezas difíciles de conseguir en Bolivia.
Prefiere trasladarse por tierra porque así -sostiene- puede tener más contacto
con la gente, y es que además, a veces, gracias a la casualidad, al pasar por
un determinado lugar hay personas que “tienen billetes antiguos y no conocen bien
el valor”. Algo que un ávido coleccionista no puede dejar escapar. “Por eso hay
que caminar mucho”, comenta.
Su afición comenzó en 1999, cuando en Toledo (España) le
obsequiaron billetes españoles “muy antiguos”. A ese episodio, que califica
como fortuito, le siguieron los contactos y amigos que cosechó después y, por
consiguiente, el intercambio que estableció con otros aficionados.
“El billete cambia de valor en el banco, pero a medida que
se va poniendo más antiguo, y su nivel de conservación es mejor, vale mucho más
que lo que costaba cuando estaba vigente, al extremo de que hay billetes que
valen un ojo de la cara (superan los 1.000 dólares)”, explica.
La colección que atesora reúne billetes de toda América,
piezas “muy codiciadas” en Europa, debido a la distancia que separa a los
continentes. “Tengo billetes desde Groenlandia hasta las Islas Malvinas”,
explica.
Le regalan billetes
En cuanto al valor monetario de su colección, afirma que,
entre los que conserva, tiene billetes que valen hasta 1.500 dólares. Es reservado, por seguridad. “Si te digo eso,
capaz que me roben”, confiesa con tono serio.
Pero esa prudencia no le impide señalar que los cortes más
valiosos, como los billetes de Argentina de 1810 o el papel moneda que
emitieron en su tiempo los bancos privados bolivianos, debe guardarlos en una
caja fuerte en un banco, en el extranjero.
Una buena parte de los billetes de este coleccionista llegó
a sus manos gracias al ajedrez y es que es un profesional que ha representado
al país en varias contiendas internacionales.
“Como juego ajedrez y asisto a muchas competencias internacionales, ahí
los mismos ajedrecistas ya me conocen y me llevan billetes antiguos de sus
países”, cuenta.
Otra vertiente que fortaleció su colección de papel moneda
son los obsequios; le regalaron piezas valiosas gracias a las amistades que ha
sembrado y cosechado en el camino.
En 2003, por ejemplo, un congresista de Estados Unidos le
cedió unos billetes del país del norte que datan del siglo XIX, de la época en
que emergió la “Confederación”, un país formado por 11 Estados de esa nación
norteamericana.
Tiempo después, en
Filipinas, un cura le regaló otros de la época en que ese país era colonia
española.
Los viajes y su financiamiento
Molina nació en 1951, en Cuba, y estudió en la extinta Unión
Soviética. En 1989 salió de la isla y decidió venirse a Bolivia.
Sostiene que, más allá de lo que creen los cubanos sobre la dicotomía
entre Miami y la propia Cuba, escogió
Bolivia porque en la URSS tuvo compañeros bolivianos que le hablaban del país.
En 2000 obtuvo la nacionalidad boliviana
por ser una persona notable en el ámbito del ajedrez. Hoy radica en Cochabamba y dice que es un lugar espectacular para vivir en América.
Viaja y lo hace con bastante frecuencia. En la actualidad
prepara una visita a las islas del Caribe, para realizar una muestra de
billetes y conseguir piezas que de otra forma, debido a la distancia y los
reducidos tirajes que se emiten, son muy costosos de conseguir.
Conoce todos los países de Sudamérica y la mayoría de los de
Centroamérica. Estuvo en varios países de Europa, Asia y África.
¿Cómo hace para financiar sus viajes? “Muchos de esos viajes
se deben al ajedrez; otros, por el
coleccionismo. Como tengo colecciones de Bolivia y de América, las asociaciones
de coleccionistas de billetes me apoyan para que yo viaje”, asegura.
Este coleccionista aplica una estrategia a la hora de nutrir
su colección, pues acude más al intercambio que a comprar billetes. Por eso
sostiene sin ambages: “Vendo más billetes de los que compro”.
La pieza más cara que adquirió, desde que se dedica a esta
afición, le costó 90 dólares. Y el
billete más caro que comercializó fue uno del Congo Belga, de 1948, por el cual
le pagaron 650 dólares. Actualmente está valuado hasta en 1.500 dólares.
Molina explica que entre los billetes bolivianos que son más
apetecidos por los coleccionistas en el exterior están los que emitieron los
bancos privados, entre 1867 y 1914.
El papel moneda y su historia
Esta actividad también le ha obligado a indagar más sobre la
historia del país. “Cada billete expresa
una época”, sostiene, mientras muestra unos cheques de gerencia. Luego explica
que aquellos estuvieron vigentes a
principios de los 80, durante la hiperinflación de la UDP (24.000% al año).
“Esos mismos cheques un día valían diez millones y tras una
noche pasaron a valer diez centavos. Ahí fue cuando se arruinó casi todo el
mundo”, relata.
Una de las preguntas usuales que le hacen cuando viaja a
Centroamérica -comenta- es acerca del Cerro Rico de Potosí, que aparecen en
varios cortes bolivianos. Y es que la montaña de plata es asociada con la
ciudad de San Luis de Potosí, de México. Cuando pasa eso, entra en escena la
explicación de Molina, quien da a conocer la historia de aquel yacimiento, su
relación con la historia de Bolivia y la
significación de la ceca potosina o Casa de Moneda.
Hoy, además de ser un coleccionista, se considera un
“intermediario”, que ayuda a sus colegas a conseguir las piezas anheladas. La
función de mediador se lo debe a los contactos y amistades que ha ido ganando.
Así, un día pueden
pedirle, por ejemplo, desde Costa Rica una pieza de Paraguay y viceversa, y en
ambos países mantiene contactos y amistades. “Y usted sabe que los
intermediarios siempre ganan”, comenta el coleccionista.
Pero advierte que las virtudes de ser intermediario están en
ser honrado y ser una persona de confianza, ya que muchas de las transacciones
no se realizan en persona, sino a través del correo, y la valuación de los
billetes que generalmente se envían es alta.
Jorge Luis Molina, ¿gana más con el ajedrez o por ser
coleccionista de billetes antiguos? “Depende de lo que se llama ganar. Yo creo que lo que
más gana uno es amistad y relaciones;
hay una escala de valores; tú puedes salir desde Bolivia, llegar al Desaguadero
y tener tres o cuatro amigos; si de Desaguadero vas hasta Puno, Perú, puede que
encuentres entre siete u ocho amigos… Y así sucesivamente: puedes llegar hasta
la frontera de México con EEUU. Eso significa estar con amigos, pero de los que te dicen que te puedes quedar,
compartir y que te pueden ayudar. Yo creo que ésa es la mayor ganancia que
tiene uno: las amistades”.
1 comentarios:
Quiero vender un billete de 20 bolivianos de serie Y2 y otro igual de 20 bolivianos de serie A comunicar al 75520455 o el correo electrónico fernandogarc99@gmail.com
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