Lupe Andrade: “Para mi, la cárcel no fue un castigo, fue un accidente”


Foto: Pablo Peralta M.
La exalcaldesa Lupe Andrade estuvo presa 192 días. Entonces escribió crónicas que solía enviar a sus amigos. Ahora, las publica en el libro La Jaula.

Las otras reclusas solían llamar penthouse al puesto que adquirió Lupe Andrade en el Centro de Orientación Femenina (COF), donde estaba recluida de forma preventiva. En ese espacio -que medía un metro por un metro cincuenta- escribió crónicas que enviaba desde la prisión a sus amigos y en las cuales contaba sus vivencias.

El asombro de las mujeres se debía a que la mayoría adquiría los puestos para vender comida u otros productos. "Era como una oficina. No sabía cuánto tiempo iba a estar. Entonces dije, ‘si voy a estar, estaré bien’. Ahí he escrito el libro", comenta Andrade.
 
Se refiere a La Jaula, un libro que reune los textos que escribió durante los más de 100 días que estuvo en ese recinto.

Su llegada
Llegó a ese centro un 3 de agosto, con la idea de que iba a quedarse al menos dos semanas porque no había ninguna causal para que quedara recluida, dice. Sin embargo, se quedó 192 días.

Su historia comienza cuando, siendo alcaldesa de la ciudad de La Paz, detectó una estafa en la Alcaldía que involucraba una alta suma de dinero, además de documentos falsificados. Ella, cuenta, decidió denunciar a los culpables; pero no contó con que uno de los involucrados era yerno de un "jerarca" del partido ADN, que en ese entonces gobernaba el país.

"Se volcó toda la máquina en mi contra. En pocos meses resulté acusada yo de lo que había denunciado, sin ninguna prueba. Jamás hubo una prueba", asegura.

¿Un castigo?
Está sentada detrás de su escritorio. Cuenta los detalles de aquellos más de 10 años que tuvo que lidiar con el proceso que se interpuso en su contra. A su lado izquierdo está la pantalla de su computadora, en la que muestra las fotos que forman parte de libro que publicará.

"Para mí, la cárcel no fue un castigo. Fue un accidente. Es como si estuviera en un viaje y tengo un accidente y me encuentro en medio del desierto y debo salir viva, después de cruzarlo, seis meses… entonces, sobrevives", afirma.

Lo primero que pasó por la mente de Andrade cuando estaba a punto de entrar al lugar es que la cárcel era "lo peor que le puede pasar a una". Y es que de haber sido directora de medios impresos y televisivos, y hasta alcaldesa, estaba ahí sin ser culpable. "No me sentía culpable porque yo había descubierto esa estafa", expresa.

Ahora, rememorando aquella etapa de su vida, agrega: "Resultó que no era lo peor; lo peor era la justicia… Todo lo que me había pasado en la justicia con los fiscales, con los jueces, es un asco".

Ahí -expresa- encontró mujeres cuyos espíritus no se dejan vencer, pese a las condiciones en que se encuentran: hacinamiento y otro tipo de dificultades. Recuerda que, durante los días que estuvo ahí, nadie la insultó ni la amenazó ni le dijo algo torpe.

 Pero eso sí, el otro lado de la moneda era las condiciones del lugar: "Había más ratas que presas. Habían babosas en las paredes, cucarachas que parecían los transformers de juguete que tienen los niños", recuerda.

Sin barrotes
"No habían barrotes, no habían celdas. Más bien es la cárcel donde no te encierran, sino te sacan. A las 8:30 de la mañana debes salir de donde duermes, que son unos dormitorios comunes, y no puedes volver ahí hasta las 6:30 de la tarde", relata.

Es en ese espacio donde, sostiene, se vislumbran "verdaderos esfuerzos de rehabilitación", dado que en el tiempo en el que estaba recluida había clases de disciplinas que van desde el derecho hasta de juguetería. "El sistema penitenciario era mucho más humano y sensato que el sistema judicial", sentencia.

Crónicas y cartas
Andrade cuenta que ocupó una celda que medían entre 1,80 por 2,50 metros, pieza que compartía con otras dos personas. "Pero era limpia", aclara.

Escribía en la mañana y la tarde. Pero además de escribir ese tipo de textos, también escribía cartas. Las primeras las enviaba a sus allegados y las otras a las organizaciones de derechos humanos del mundo.
 
"He escrito cartas a todas las organizaciones del mundo en temas de derechos humanos", comenta. En ellas, afirma, denunciaba cómo por destapar un acto de corrupción la metieron presa.

¿Y a qué hora escribía? "Generalmente en esas horas de descanso; en la mañana, una hora, y una hora en la tarde y después de las seis de la tarde escribía hasta más tarde, unas dos o tres horas", responde.
En las crónicas, Andrade contaba las experiencias por las que pasaba, como la "fiesta del preso", una celebración en la que hay bailes, campeonatos de cacho, de voley y fútbol.

"Era realmente un festejo de dos semanas. Al principio pensaba, cómo puede ser que festejen estar presas. Pero no festejaban estar presas. Estaban festejando la supervivencia. Era una reafirmación: aquí estoy yo y no me van a vencer. Era una cosa colectiva y ha habido varias mujeres que me dijeron que fue una diferencia en sus vidas, porque les dio tiempo para recapacitar", afirma.

En ese ínterin, y tras conocer las historias de mujeres, se propuso aplicar una encuesta sobre la vida personal de cada una. Entrevistó a 100 mujeres y de ellas, sólo una no había sufrido violencia. Entonces conoció historias que son capaces "de torcer el corazón de cualquiera".

"A cada una que me contaba su historia le decía: ‘te prometo que algún día voy a escribir y contar esta historia’, para que la gente sepa que además hay este triunfo del espíritu humano, que realmente esa fuerza que tienen ha sido admirable", comenta.

Andrade aclara que su libro "no es revanchista", dado que no cuenta lo que le pasó, sino lo que encontró al llegar a ese lugar.

"La cosa es que llego a la cárcel y ahí me encuentro con que este es el fondo del mundo boliviano, el final de todo, un final humano. Ahí había humanidad, generosidad y solidaridad", afirma.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos estableció que el Estado violó los derechos humanos de Andrade en procesos penales que se abrieron en su contra. Aquella instancia presentó ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos el caso de la exalcaldesa de La Paz, Lupe Andrade, que se ventila en la actualidad.

A todo esto, cuando se le consulta si el problema está en la justicia y ¿cómo se puede solucionar?: "En todas partes la cárcel no es una prioridad. Nadie se hace elegir ni alcalde ni gobernador ni presidente prometiendo mejorar las condiciones de las cárceles. Esos son los olvidados de la sociedad. Mi mensaje es que en ese espacio hay una posibilidad de rescate increíble", responde.

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