Bolivia, un país “feliz” pese a sus carencias y limitaciones

Pablo Peralta

Pese a tener indicadores económicos y sociales inferiores a muchos países, Bolivia los supera en la percepción de la gente respecto a su situación espiritual, mental y emocional. Psicólogos, sociólogos y antropólogos tratan de explicar el porqué.

“El dinero no hace la felicidad”. Esta conocida frase popular parece más cabal y certera que nunca. En cuanto a la percepción y sensación de satisfacción y bienestar de sus ciudadanos, Bolivia está en el puesto 55 a nivel mundial, por encima de varios países que, en muchos casos, le sobrepasan en términos de desarrollo humano.

Según el Informe 2010 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el país tiene un índice de satisfacción general con la vida de 6,5, sobre diez. En ese documento, Chile tiene 6,3; Perú 5,9 y Ecuador 6,4, por poner un ejemplo con naciones de la región.

Para entender la comparación: Chile, que se encuentra en los primeros sitiales de desarrollo a nivel continental, -en el puesto 45 del mundo- tiene una esperanza de vida de 78,8 años, un ingreso bruto per cápita de $us 13.561 y una tasa de alfabetización del 98,6%.

Mientras que Bolivia está en la casilla 95 -la más alta históricamente- tiene una esperanza de vida de 66,3 años, un ingreso bruto per cápita de $us 4.357, y una tasa de alfabetización del 90,7%.
¿Hasta qué punto -se preguntará el lector- se puede medir la felicidad, expresarla en cifras y porcentajes? Eso fue lo que hizo el PNUD, basado en algunos parámetros e índices que están expuestos en una gráfica en estas páginas. Pero el psicólogo Waldo Bravo, advierte que “muchas veces se manejan los hechos estadísticos solamente desde el punto de vista económico sin tener en cuenta los sentimientos, el espíritu y el carácter de los individuos y de los pueblos”.

Surge otra interrogante: ¿por qué es relevante hablar de la felicidad en el contexto del desarrollo humano que debería preocuparse de la economía, la educación y la salud? Y es que la felicidad, el bienestar mental y emocional son factores que están recibiendo una atención inusitada en los últimos años, ya no se trata de algo aislado. El Gobierno británico -por dar un ejemplo- informó la semana pasada que medirá la felicidad de su población como un indicador complementario del Producto Interno Bruto (PIB).

Intentos de explicación
Partamos de algunas definiciones. Psicológicamente, Bravo asegura que “la felicidad es una condición mental que depende de la información que ingrese al cerebro”.

Óscar Vargas, director del instituto de investigaciones sociológicas de la UMSA, asegura que “la felicidad es como los gustos. No es posible afirmar que haya una concepción única que pueda ser entendida por todos de la misma manera, pues tiene contenidos distintos en función de los diferentes factores y contextos históricos, sociales y culturales”.

En ese marco, la felicidad tiene un contenido altamente subjetivo y cambiante. “En algunas sociedades -asegura Vargas- la felicidad tendrá que ver con posesiones materiales y el dinero; en algunas, con una familia sólida; y en otras, con la simple posibilidad de supervivencia”.

Volviendo al informe del PNUD y al objeto específico de interés, para el antropólogo Édgar Arandia “el boliviano no necesita mucho dinero para ser feliz”. Para este especialista, la felicidad es una característica propia del boliviano y su origen cultural está en el pasado, en la riqueza y variedad histórica.

El gran referente ancestral, sostiene Arandia, es el taki onqoy, “un ritual festivo con el que los indígenas invocaban a sus wakas (dioses) para derrotar al Dios de los conquistadores y expulsarlos a ambos de sus territorios. Esto era visto por los conquistadores como la enfermedad del baile”.

Es decir, para superar el enorme trauma que supuso la llegada de los españoles, y ante las nulas posibilidades de defenderse mediante las armas y otros recursos materiales, físicos, los indígenas crearon una ceremonia, una fiesta o escape emocional como alternativa y catarsis.
“En el fondo -asegura- se trataba de una forma de recuperar la alegría que les había sido arrebata con la llegada abrupta de los conquistadores”. Aquel ritual, su sentido y necesidad se habría ido pasando de generación en generación a través de un “aprendizaje cultural” y con diversos modos de expresión.

“Su versión actualizada son las fiestas como del Gran Poder. Pese al sufrimiento y todos los problemas que tuvo que soportar la sociedad boliviana desde el tiempo de la Colonia, pasando por la República y las dictaduras, jamás ha perdido la alegría de vivir”, señala Arandia, y agrega que el “paradigma cultural, que nos ha sido heredado no responde a la idea de la acumulación, pues en el mundo indígena no hay palabras o conceptos análogos a desarrollo y progreso, sólo hay el vivir bien”.

Vargas apunta que en los resultados del informe también influyen las condiciones en que nos desenvolvemos como sociedad, “pues el hecho de que aún podamos ir a almorzar a nuestras casas, la ausencia en el país de la inseguridad crónica y los problemas de las grandes urbes del mundo, entre otros aspectos, hacen que aún tengamos una visión optimista”.

Pero también habla del otro lado de la moneda. Asegura que debemos partir de la idea de que estamos hablando de percepciones que son “altamente subjetivas porque se trata de construcciones sociales”. En ese marco, sostiene que a veces “las personas pueden estar viviendo en un estado miserable, pero por su percepción -como no conocen otras realidades y otros niveles de vida- pueden llegar a pensar que el suyo es el mejor”. Y eso puede degenerar en pensar que estamos mejor sin percibir los problemas.

Pero no sólo el PNUD y Gran Bretaña están con el afán de medir y consolidar la felicidad de la gente. En Canadá y en Francia se analiza llevar a cabo la medición anímica de la población. En 2009 el presidente francés Nicolás Sarkozy, propuso “crear una nueva forma de medir el crecimiento económico que incluya variables como la felicidad”.

Ya antes, en 1990, surgió un nuevo paradigma centrado en evaluar, cuantitativa y cualitativamente, el desarrollo a través de la gente -ya no sólo de las variables estadísticas-. Esta tendencia se ve retratada en los sucesivos informes sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, y es por eso que el lema primordial de esta instancia está aún latente, 20 años después: “la verdadera riqueza de una nación está en su gente”.


Felicidad: entre lo material y lo espiritual

Eduardo Murillo, filósofo

La felicidad humana es un ideal una utopía que los hombres a lo largo de la historia han intentado siempre encontrar. La felicidad basada en términos no sólo materiales sino en términos espirituales y emocionales. Es algo que el hombre no ha logrado encontrar. Probablemente haya excepciones en la historia y en el mundo personas que hayan logrado una especie de combinación entre ambas cosas. El hombre normalmente se dice que es materia y espíritu, entonces la felicidad tendría que ser una especie de equivalencia y plenitud de logro desde el punto de vista espiritual y desde el punto de vista material. Es algo bien difícil de lograr, yo considero que la felicidad es la combinación de ambas cosas: una satisfacción espiritual plena y al mismo tiempo un bienestar desde el punto de vista económico.


La felicidad y los seres de luz

Waldo Bravo, sicólogo

Desde el punto de vista filogenético no hemos llegado aún a la categoría de seres humanos. Cuando lleguemos a esa categoría vamos a ser felices, porque vamos a vivir mentalmente iluminados. Vamos a pasar de la inteligencia, a la sabiduría y luego a iluminados. Es ahí donde se vivirá la verdadera felicidad. Ahora sólo somos seres vivientes en evolución. Por eso hay guerras, pobreza, y todas las aberraciones de todo tipo como asesinatos y cosas por el estilo. De todos los habitantes del mundo, unos o tres serán los iluminados, la mayoría está en la inteligencia, y esta característica hasta la tienen los animales… cuando hablamos de la iluminación nos referirnos al trabajo con el láser que tienen nuestras células que emiten luz. Pero no estamos manejando eso aún.


La industria de la felicidad

Edgar Arandia

“La fiesta es importante en Bolivia porque ahí es donde se expresan todas las variables culturales que tenemos. Es dónde se teje otra vez la sociedad. Ahí ya no decimos esta tara, este indio… tejemos entre todos. Nos divertimos, nos queremos y reímos de forma abundante, somos felices. Si uno va por los barrios populares observará que hay salones de fiestas al cual mejor. Es toda una industria el alegrarse, el vivir, el divertirse en La Paz y en Bolivia en general. No es así en el caso chileno o argentino donde se exterminó en la colonia a los indígenas y con ellos a su cultura. En cambio, los portugueses también se mezclaron con los indígenas, con los esclavos de áfrica y derivó en una sociedad muy alegre”.


El viraje de la felicidad

Oscar Vargas, sociólogos

En nuestra sociedad se está produciendo un proceso de transformación hacia criterios mercantiles y consumistas. Cada vez tienden a asociarse más con la felicidad. Cada vez el comprar se lo identifica con el placer; cada vez hay más personas que sienten placer comprando; aunque sean cosas que no les sirvan. Se ve el comprar en sí mismo como un placer. Cada vez más hay sectores sociales de ese tipo: sectores sociales de las clases altas, algunos sectores de las clases medias que están de alguna manera transformando sus propios valores que tenían antes. Hace 30 años no había este proceso. Con el neoliberalismo se ha comenzado a establecer consumo placer y obviamente felicidad, aunque hay sectores sociales que todavía no se han integrado este proceso.

Nota publicada en la revista Ideas del periódico Página Siete de la ciudad de La Paz.

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