Una cuestión de opinión pública, por Harold Olmos
Los audios divulgados por la senadora por Pando Carmen Eva Gonzales son tema obligado de conversación y debate porque ponen en entredicho una versión oficial sostenida durante cuatro años; vienen en dirección contraria a la que en su momento el Gobierno proclamó como la única verdad que los bolivianos debían creer.
Con su contenido, los audios han generado un fenómeno de opinión pública que explica la actitud crispada de muchos cuando se los aborda. Nadie se siente aislado y todos endosan la importancia de aplicar justicia para aquel que las informaciones nos muestran diariamente como un hecho violento de características raras veces vistas en Bolivia.
La crispación crece con grabaciones en las que una voz atribuida al fiscal principal del caso admite que hubo “siembra de pruebas” para apuntalar la versión del Gobierno, incluso que hubo disparos a paredes del lugar donde estaba el grupo de Eduardo Rózsa Flores para simular intercambio de fuego. Las afirmaciones del fiscal, de que se trata de un montaje, no lograron neutralizarlos.
Los especialistas dicen que un movimiento de opinión pública surge ante algún acontecimiento fuertemente emotivo que primero concita unanimidad, luego se manifiesta en juicios que gran parte de la ciudadanía comparte y que, finalmente, convocan a la acción.
Esto concurre en el “caso terrorismo” que surge con violencia (en el cadáver de Rózsa los forenses certificaron un balazo en cada hombro, otro que le destrozó el cerebro, tres más al lado derecho del tórax y un séptimo en la base del pulgar derecho) y mensajes impactantes para la sociedad.
No fue menos brutal la muerte de sus dos compañeros acribillados la madrugada del 16 de abril. A ello se suman dudas sobre si alguno o los tres podía ser auxiliado oportunamente (hay una clínica a 200 metros). Y luego están los procesados y afectados en el “juicio del siglo”.
“Terrorismo” no era un término frecuente, al menos en Santa Cruz. Si se le agregan “magnicidio” y “alzamiento armado” para culminar en “separatismo” surge un conjunto fuertemente emocional que, por su magnitud, en muchos generó un escepticismo que en estos días, con las revelaciones atribuidas a los audios, empieza a hacerse sentir.
La importancia de aclarar el episodio plenamente se convirtió en unanimidad. Y la convocatoria a la acción, la fase cumbre de un movimiento de opinión pública se manifiesta en la presión ciudadana para que la verdad sea descubierta. Estamos sólo al comienzo de este proceso.
Con su contenido, los audios han generado un fenómeno de opinión pública que explica la actitud crispada de muchos cuando se los aborda. Nadie se siente aislado y todos endosan la importancia de aplicar justicia para aquel que las informaciones nos muestran diariamente como un hecho violento de características raras veces vistas en Bolivia.
La crispación crece con grabaciones en las que una voz atribuida al fiscal principal del caso admite que hubo “siembra de pruebas” para apuntalar la versión del Gobierno, incluso que hubo disparos a paredes del lugar donde estaba el grupo de Eduardo Rózsa Flores para simular intercambio de fuego. Las afirmaciones del fiscal, de que se trata de un montaje, no lograron neutralizarlos.
Los especialistas dicen que un movimiento de opinión pública surge ante algún acontecimiento fuertemente emotivo que primero concita unanimidad, luego se manifiesta en juicios que gran parte de la ciudadanía comparte y que, finalmente, convocan a la acción.
Esto concurre en el “caso terrorismo” que surge con violencia (en el cadáver de Rózsa los forenses certificaron un balazo en cada hombro, otro que le destrozó el cerebro, tres más al lado derecho del tórax y un séptimo en la base del pulgar derecho) y mensajes impactantes para la sociedad.
No fue menos brutal la muerte de sus dos compañeros acribillados la madrugada del 16 de abril. A ello se suman dudas sobre si alguno o los tres podía ser auxiliado oportunamente (hay una clínica a 200 metros). Y luego están los procesados y afectados en el “juicio del siglo”.
“Terrorismo” no era un término frecuente, al menos en Santa Cruz. Si se le agregan “magnicidio” y “alzamiento armado” para culminar en “separatismo” surge un conjunto fuertemente emocional que, por su magnitud, en muchos generó un escepticismo que en estos días, con las revelaciones atribuidas a los audios, empieza a hacerse sentir.
La importancia de aclarar el episodio plenamente se convirtió en unanimidad. Y la convocatoria a la acción, la fase cumbre de un movimiento de opinión pública se manifiesta en la presión ciudadana para que la verdad sea descubierta. Estamos sólo al comienzo de este proceso.
* Harold Olmos es periodista y autor del libro “Allá donde me sepulten nadie se arrodillará”
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