“El bloqueo era un arma para dar un grito”, Felipe Quispe, historiador y ex dirigente
Foto: Página Siete |
- Nosotros hemos considerado como un arma, un arma que nos podía servir incluso hasta para la toma del poder. Era un arma para dar un grito y no sólo aquí en nuestro país, sino a nivel internacional. Muchos de los actos nos hemos copiado de Túpac Katari. Incluso la forma de organizarnos, la mita (por turno) y el apthapi, que implicaba que todos los comunarios entraban desde las siete de la mañana y se quedaban todo el día y la noche. Al día siguiente recién se iban a las comunidades. En ese lapso cada cual traía su comida y eso se comía ahí, porque nosotros no hemos recibido dinero.
En esa época no había sueldo de dirigente. No podemos comparar con la actualidad, ahora ya han cambiado mucho los dirigentes. Llegan con harta cerveza, dinero, con movilidades…
- ¿Qué significaba específicamente ese “grito” al que se refiere?
- La posibilidad de expresar que desde 1492, o hablemos de la llegada de Francisco Pizarro desde 1532, nuestros antepasados han sido callados a balazos, y después de Bolívar, llegando a Gonzalo Sánchez de Lozada, Banzer, seguíamos sumidos en las peores condiciones de vida. Entonces, ese hombre explotado, oprimido, esclavizado tenía que dar un grito: decir ¡basta!, ahora nos toca gobernarnos a nosotros.
Ésa fue la expresión genuina de nosotros, los aymaras, quechuas, guaraníes y muchos pueblos, que ahora han vuelto a ser callados por el actual Gobierno.
- Más allá de ese contexto, ¿no cree que actualmente se abusa de esta medida?
Es que muchos nos ven como un paradigma, un paradigma vivo todavía, porque nosotros les enseñamos a bloquear. Claro que ahora el bloqueo lo manejan como un medio de protesta y para por lo menos arrancarle algo al Estado, al Gobierno.
¿Qué análisis general hace de la movilización?
Hoy el Gobierno ha seducido a las organizaciones con recursos económicos. Muchas veces marchan a su favor y también hay contramarchas, como la del TIPNIS. Pero no podemos comparar con lo que sucedía en los años 2000 hasta 2005, cuando tumbamos a tres gobiernos neoliberales: Banzer, Sánchez de Lozada, y Mesa. En esa época las revueltas eran pues por un ideal y no por defender a un presidente ni para cuidar a un proceso que no es ni siquiera de cambio.
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