Real Estudiantil, el equipo de no videntes que hace goles a la vida

Foto: Freddy Barragán / Página Siete
El reloj marca las 9:30,  Alí y Edwin practican pases, remates, jugadas… Ambos visten poleras y pantalones cortos; el primero está con la vestimenta del equipo; el segundo lleva, en cambio, otra distinta. "Les he dicho que se vengan tal como hemos ido a Sucre", protesta Alí.

Con voz de mando, éste parece ser el líder nato del plantel. Minutos antes de salir a patear el balón, este deportista le había recriminado a Raúl Quispe, presidente de la Asociación de Deportes para Ciegos de La Paz, por la pelota. Ésta estaba roída.

Ahora, Alí y Edwin practican con un balón de color amarillo fosforescente, que tiene en su interior una especie de "cascabel", que produce un sonido cada vez que rueda por el campo deportivo, ubicado en la cancha Zapata.

El Club Real Estudiantil nació en el Centro de Rehabilitación Luis Braille, donde los integrantes se formaron. Todos cuentan que ahí aprendieron a caminar solos, con la ayuda del bastón, y que les enseñaron a escribir, a leer en braille, y a hacer deporte, entre otras cosas. El nombre evoca aquel centro académico.

Este equipo entrena una vez por semana. Por estos días, en la mente de sus integrantes revolotea la idea de prepararse para la competencia nacional, que será en noviembre.

El último en llegar a la cita es Gustavo, un joven de constitución delgada y que tiene 17 años. Se sumó al plantel esta gestión. Lleva puesta una visera y el deportivo del equipo. ¿En qué posición juega? Con un tono tímido, replica: "defensa", y luego comenta que la mejor experiencia de estar en el club son los viajes.

Precisamente aquello es algo muy relevante en la vida de estos deportistas, según se infiere de sus palabras. "Tan bonito y hermoso es este deporte; sin él parece que uno no puede vivir. Cuando no hacía deporte, no veía, estaba en mi casa y no podía salir; pero ahora a todos los lugares vamos", expresa Raúl.

Y luego agrega un elemento trascendental a su reflexión: "Antes estábamos viviendo con la familia, con esa escuela (se refiere a Centro de Rehabilitación para varones Luis Braille) nos independizamos, y el deporte nos ha llevado más allá".

Edwin es alto y de complexión robusta. Remata con fuerza. "De la competencias, siempre trae medallas", afirma Raúl. Y es que Edwin es un "deportista múltiple". Juega ajedrez, damas, practica atletismo y judo.

En un momento dado, éste pone la pelota a casi tres metros del arco donde está Alí, quien antes de que aquel patee efectúa una especie de rito: toca el lado izquierdo del arco y dice "izquierda"; repite la misma acción al otro lado y grita "derecha"; y por último suena el travesaño y expresa "medio". Acto seguido, Edwin patea y mete la pelota al fondo de la red.

Raúl explica lo que acaba de suceder: "El guía debe indicarle al jugador el lugar del arco para que éste escuche y patee. Tiene que calcular para patear. Todo es en base al oído".

En un partido oficial, el arquero es el único que puede ver, dado que es quien direcciona a los demás jugadores en el campo deportivo.

Por ello, en un cotejo reglamentario es común escuchar a los guías gritar frases como "lado izquierdo", "arco, patea", "estás solito".

En esta disciplina para no videntes hay dos tipos de pelota. Una con "sonido", para quienes no pueden ver nada; pero para quienes pueden vislumbrar "un poquito", explica Alí, el balón debe ser de color blanco o anaranjado, dado que los demás tonos ya no los pueden distinguir.

Un partido oficial de no videntes es distinto al de los deportistas que pueden ver no sólo por las razones obvias, sino porque -manifiesta Raúl- no hay bebidas alcohólicas, está prohibido. "Cada vez que ganamos nosotros tenemos una regla: no puede haber ni una botella de cerveza; éste es el deporte sano", expresa.

Antes de terminar la práctica, Alí menciona unas palabras que denotan lo que esta disciplina representa para los miembros de este cuadro deportivo. "A pesar de que somos no videntes, el deporte sigue para nosotros".

Finaliza todo, se sientan en las graderías y se empiezan a cambiar; cada movimiento parece ser trascendental.

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