Los hijos de la democracia: retrato de una generación
Abecor |
¿Cómo vivieron los primeros años de este periodo? ¿Cuál su concepción de democracia entonces y ahora?, ¿a través de qué rasgos distinguen y miran al espejo a su propia generación?
Crecieron escuchando de sus padres
historias de aquellos días aciagos de la dictadura; algunos nacieron
en el exilio; otros, sin percatarse, vivieron su infancia durante la
época de la hiperinflación y quizá algunos contemplaron los
albores de la “democracia pactada”.
Sus padres tuvieron a la democracia
como ideal, un fin en sí mismo, ante una historia que la mostraba
esquiva y esporádica. La democracia, para quienes lucharon por ella,
fue un leiv motiv. Derrocar a la dictadura era más que un proyecto
ideológico partidario, se convirtió, por largos años, en la
esencia de la actividad social y ciudadana.
Pero, han pasado 31 años. Y para los
hijos de estos -activistas o no- luchadores por la democracia, la
mirada es distinta.
Como ocurre en casi todos los países
latinoamericanos que transitaron un similar camino de
institucionalización democrática, este sistema de gobierno ya no es
una meta; es más bien un medio para alcanzar mejores oportunidades y
calidad de vida. A 31 años de la recuperación de la democracia en
Bolivia, los jóvenes que nacieron con ella reflexionan en torno a
los avances y temas pendientes.
El escritor Sebastián Antezana, la
politóloga Suki Capobianco, la diputada Adriana Gil y la empresaria
cafetalera Mariana Iturralde comentan qué rasgos distinguen a la
democracia de su generación.
No vivir en dictadura
En 1964 se inició una época de
gobiernos dictatoriales, que luego de 18 años de vigencia -en los
que hubo cortos intervalos de administraciones democráticas- aún
tiene un saldo pendiente: las desapariciones.
“Desde temprano supe que las
vicisitudes políticas que tuvieron que vivir mis padres y abuelos
fueron mucho más difíciles, menos honestas, más crueles que las
que viví yo”, afirma Antezana, nieto de Marcelo Quiroga Santa
Cruz, que fue asesinado y desaparecido el 17 de julio de 1980.
En la memoria de muchos quedan las
narraciones de sus progenitores sobre la brutalidad de la dictadura,
los tanques en las calles, los apresamientos, las muertes o la falta
de libertad para expresarse.
A Mariana Iturralde este último
detalle es el que más le llamó la atención: “No se podría
criticar a las personas que estaban en poder. No se podía dar una
opinión transparente de algo que uno pensaba en ese momento por
miedo a que hayan represalias.
A diferencia de la época previa, la
generación de la democracia es menos activa en política, y es más
dedicada a su vocación.
“Mi generación es entusiasta y muy
emprendedora y lo adjudico a que seguramente nuestros padres, que
sabían lo que era vivir en otras condiciones, nos dieron muchas alas
para seguir sueños y proyectos personales”, afirma Capobianco.
En ese tiempo, continúa la polítóloga,
para los jóvenes la política era una “opción de vida intensa,
revolucionaria e idealista”, a diferencia de lo que ocurre en la
actualidad, que es más vista “como frívola y negativa,
deslegitimada”.
Antezana sostiene que para su
generación la recuperación de la democracia se tradujo en una
despolitización, “que no es lo mismo que una desideologización”.
“Hoy carecemos de un lenguaje
político, de cierta narrativa, que vinculaban a la generación de
mis padres. Nosotros, la generación de la democracia, encontramos
nuestros lazos de unión en otros ámbitos: la especialización, el
consumo, la tecnología –que es otra forma de consumo–,
etcétera”.
De los entrevistados, Adriana Gil es
la única que decidió ingresar a la palestra política, según dice,
debido a que “éste es el momento” de la generación que nació
en democracia para participar, dado “que estamos obligados a
preservar la democracia con nuestra vida, sudor y con lágrimas”.
Muchos de esta generación alcanzaron
la edad requerida para emitir su voto el año 2000, aunque de forma
paradójica adquirieron ese derecho cuando el sistema político -que
surgió cuando ellos daban sus primeros pasos- empezaba a
resquebrajarse.
Pero, ¿qué sensación les produjo
sufragar a quienes son parte de esta generación? Capobianco relata
su experiencia: “Fue muy emocionante. Recuerdo que discutí por
quién votaría en mi casa y lo tomé muy en serio. Las siguientes
elecciones fueron también muy intensas. Recuerdo la del 2002,
cuando el Congreso se llenó de colores, diferentes vestimentas y
música, y tuvimos una importante representación indígena; y desde
luego la elección de 2005, que fue histórica”.
No obstante, Gil pone énfasis en otro
elemento relacionado con el sistema político que cayó en octubre de
2003, “se nos dio la posibilidad de elegir, pero la partidocracia
nos obligó a votar”.
Desde las elecciones de 1985 -en los
cuatro comicios posteriores en 1989, 1993, 1997 y 2002- ningún
partido alcanzó la mayoría, y fue el Parlamento que a base de
acuerdos partidarios terminó definiendo al Presidente. Esta
tendencia la rompió el advenimiento del Evo Morales, que en 2005
ganó con más del 50% de respaldo elector.
A modo de cierre, Antezana muestra
otra cara de la moneda e identifica lo que aún falta resolver en
el país: “Hoy, habitamos un estado de relativa paz y libertad que
mis padres y abuelos no conocieron, pero nuestro Estado sigue
caracterizado por las mismas terribles diferencias económicas y
sociales que lo acosan desde su fundación". Es momento de que la
democracia ayude a resolver esas deudas históricas.
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Sebastián Antezana: “Afortunadamente nunca conocí otra forma de gobierno”
“Mi primer recuerdo de la democracia
es mi primer recuerdo de algún tipo de actividad política: yo,
echado en la sala de mi departamento, una tarde de 1989, mientras
escuchaba por radio cómo Jaime Paz Zamora, el tercer candidato más
votado de esa elección, era elegido presidente del país vía el
‘Acuerdo Patriótico’. Entonces tenía seis años. Hoy tengo 30 y
veo que en esencia poco ha cambiado”.
Sebastián Antezana nació en México DF en 1982, donde vivió los primeros años de su infancia. Ganó el X Premio Nacional de Novela 2007 con la obra La toma del manuscrito, fue el galardonado más joven de esa distinción. Es nieto del líder Marcelo Quiroga Santa Cruz. En la actualidad reside en Ithaca, Nueva York, EEUU.
Sostiene que no se siente “marcado”
por la democracia, ya que “afortunadamente” nunca conoció otra
forma de gobierno; tampoco siente “algún particular peso histórico
sobre los hombros”, en cuanto a responsabilidad se refiere.
No obstante, manifiesta que sí siente “que
nuestro actual ejercicio democrático, incluso si es algo defectuoso,
que la libertad y relativa horizontalidad que vivimos en el actual
Estado boliviano no deberían darse por sentados y, así, impedirnos
pensar al país, pensarlo y vivirlo, de forma profunda”.
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Suki Capobianco: “Pensaba en la
democracia como algo muy romántico”
“Crecí escuchando las historias de
mis padres y sus amigos, sobre el exilio y las épocas de la
dictadura. Por las vivencias de ellos, que para mí eran historias
increíbles de valor, amor, amistad, peligro y heroísmo, pensaba en
la democracia como algo muy romántico, muy importante, tanto así
que mi papá estuvo dispuesto (y casi lo hace) a morir por ella, pero
supongo que no entendía realmente lo que significaba no vivir en
democracia”.
Suki Capobianco nació el 10 de mayo de
1982 en San Pablo, Brasil. Sus padres estaban en el exilio. Es
politóloga. Vive en Alemania con su esposo desde 2008. Trabaja como
consultora.
Más allá de las definiciones
académicas, explica que la experiencia de la democracia para ella es
hoy tres cosas: 1) libertad, para elegir cómo vivir la vida,
decidir en quién creer y actuar en consecuencia sin que nada le
limite, persiga o discrimine; 2) acceso, a la educación, la salud,
empleo digno... 3) participación, “porque estoy convencida de
que el concepto de democracia también ha evolucionado”.
En ese marco, sostiene que la “democracia representativa”, que limitaba a la gente a ser electores de una “élite política impenetrable”, ya no es suficiente. Y más bien la democracia hoy debe “significar mecanismos reales de participación y decisión política”.
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Mariana Iturralde: “Toda mi vida he vivido en un país democrático”
Mariana Iturralde nació el 28 de
septiembre de 1979. Es empresaria y gerente de Agrotakesi, compañía
agrícola que exporta café especial “de altura” a países como
Estados Unidos, Japón y Corea, entre otros.
En 2011, Iturralde fue seleccionada en la lista de las “10 Mujeres Promesas Latinoamericanas”, distinción que compartió con otras nueve mujeres de Argentina, Perú, Brasil y Chile.
Recuerda que su generación vio cómo el mundo se transformaba en “este mundo tecnológico que vivimos”, que pasó de no tener televisor a tener uno a blanco y negro, luego a colores y a tener posteriormente internet. “La tecnología ha aportado muchísimo para la democracia de nuestro país y, por supuesto, del mundo”.
Tras 31 años, vislumbra que la democracia está “pasando por momentos difíciles”, pues hay una lucha descarnada entre los políticos y que eso evita que se llegue a consensos. “Eso afecta a la democracia, porque al final del día son los políticos quienes crean las leyes y ponen las reglas que nosotros seguimos en el país”.
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Adriana Gil: “Tener la edad de la
democracia es un compromiso”
“Yo soy parte de esta generación
contestataria, idealista, revolucionaria, que lucha, que cree y
quiere participar en los destinos de su nación, porque cuando uno ve
a un caudillo diciendo que se quiere quedar hasta el 2025, 2050, eso
deprime a nuestra generación, pero no hay que darles el gusto”.
Adriana Gil nació el 22 de mayo de 1982, es cientista política. Desde 2010 es diputada por Santa Cruz por la oposición. Fue dirigente del MAS, pero fue expulsada en 2006 de ese partido.
Recuerda que su niñez fue “tranquila” y que sus padres le inculcaron que la democracia “es tal cuando reside en el pueblo”, y cuando hay institucionalidad y seguridad. “Haber nacido y tener la edad de la democracia es un compromiso, para recuperar la república, donde hay república hay democracia”.
También asegura que la oportunidad de la “gerontocracia” ya pasó, y los jóvenes deben ganar espacio. “Es un país joven que merece ser gobernado por gente joven, de mente abierta, sin odios ni complejos... Hay que sacar a la ‘gerontocracia’, hay que jubilarlos por la fuerza, a todos aquellos que tuvieron oportunidad de cambiar las cosas”.
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