Internet y vida privada: cuando las redes sociales hieren

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A partir del caso de la divulgación de un video de una presentadora de televisión, especialistas reflexionan en torno al uso de las redes sociales y su incidencia en ese tipo de incidentes.

"Cada quien escribe y reinventa su autobiografía en las redes sociales en su condición de autor, narrador y protagonista de la misma obra. Lo que no medimos es que un día somos héroes y otro villanos, y la elección no siempre depende de nosotros".

De esta forma el periodista Abdel Padilla retrata una dualidad en el uso de las redes sociales por parte de los usuarios. Esto en referencia a la reacción que hubo en esos espacios virtuales después de que se divulgara por la red el "video íntimo" de una presentadora de televisión.

El hecho adquirió tal magnitud, que la víctima decidió alejarse de la palestra pública, y abandonó la conducción. Así describió la forma en que era censurada por la gente: "En cada comentario, en cada posteo, sientes odio sobre ti de personas que ni siquiera conoces".

Para nadie es ajeno el papel que está desempeñando el uso de las redes sociales en la vida cotidiana de las sociedades, en aspectos públicos, y también en los privados; aunque en esta última esfera el daño adquiere connotaciones incluso trágicas.

Durante la Primavera Árabe, el uso de estas herramientas desempeñó una función importante en la movilización social; pero hay incidentes que se relacionan con la vida privada -como el caso del cual parte este análisis- que muestran un lado sombrío del uso de estos mecanismos.

Las interrogantes pueden ser muchas, pero giran en torno a un eje común: ¿cómo es posible que el uso de las redes sociales en ciertas circunstancias pueda contribuir a situaciones como la Primavera Árabe, pero por otro lado puedan servir para destruir a una persona?

"Es por el uso que le dan. Mucha gente no se da cuenta del poder que pueden generar las redes. Aprecian el poder que tienen para la movilización social, para la construcción de una idea, de una apuesta… pero no se percatan de que encender una chispa con temas privados puede causar tanto daño", afirma la comunicadora Sandra Aliaga.

El caso de la presentadora mostró una particularidad, que emula una cadena que se siguió en hechos similares en otros países, y que incluye al menos tres fases: 1) la divulgación del video, cuando se lo cuelga a la red y otros lo comparten; 2) la "sentencia", cuando la gente opina y juzga al respecto, y 3) la "salida", cuando la víctima termina asumiendo una decisión drástica ante la condena social.

En el caso de la presentadora, esta salida significó alejarse por tiempo indeterminado de las pantallas televisivas y de las ondas radiales. "Es tiempo de hacerme a un lado, de reconstruirme desde lo más profundo. No quiero pedirles nada, simplemente la comprensión", sostuvo en una entrevista.

Sin embargo, en otros casos que sucedieron en el extranjero, la censura de la gente ocasionó que la víctima perdiera su trabajo (como cuando una concejala española se vio obligada a renunciar, luego de que se difundiera un video en el que se masturba), y en otros derivó en el suicidio de la víctima extorsionada (en 2012, una joven de 15 años decidió suicidarse a causa de unas fotos en las que aparece con los senos desnudos, que compartió con una persona, quien después las hizo públicas).

Lanzar un mensaje en la vida cotidiana no tiene el mismo efecto que hacerlo a través de una red, donde las posibilidades de transmisión y repetición son infinitas.

Un concepto clave para entender esto, según especialistas, es el concepto de "viralizar", que consiste 
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en la capacidad que adquiere un mensaje para ser reproducido por los usuarios de forma ilimitada, sin la necesidad de promoción.

Eliana Quiroz, ciberactivista, explica que el problema radica en que una vez que se sube el contenido a la red, el "dueño" de ese mensaje pierde el control.

"El problema para usar internet en una cosa de éstas es que pierdes el control de la difusión del contenido, porque si lo pones en un sitio y la gente lo quiere viralizar, lo quiere compartir, no puedes hacer nada. Puedes prohibirlo, pero realmente no puedes controlar que esa prohibición se cumpla. Y entonces, eso lo complica", asegura.

En un caso "normal", prosigue la especialista, el extorsionador amenaza con mostrar el contenido del mensaje a ciertas personas, lo que denota que tiene el control sobre éste; pero en el caso del uso de internet, ese control se desvanece. "Y eso ya es imposible de parar. Entonces, ahí la posibilidad de daño es mucho más grande, se multiplica".

Pero además de estar ligado el tema con aspectos técnicos relativos a las particularidades de la red de redes, también está relacionado con el comportamiento de la gente. Padilla identifica que en las redes lo que está importando ahora "es estar y no tanto ser", puesto que a todos les gusta que se interactúe con lo que compartimos, aunque a veces se lo hace desde un pedestal.

"Esto no es nuevo. Lo que sí es reciente es que antes te medían públicamente unos pocos opinadores públicos, hoy lo hace cualquiera sin importar si te conoce o no, sin importar si practican lo que dicen. Hoy no sólo estamos expuestos a la crítica, sino también a la calumnia y hasta a la muerte civil, y todo a un simple clic", agrega.

Está claro que estamos frente a un problema ante el cual se requieren elementos para subsanarlo, o por lo menos para evitar que se repita con esta magnitud. Hay quienes creen que se necesitan marcos normativos específicos; otros apuestan por incidir en la ética y la autorregulación, y hay quienes apuestan por las dos cosas.

Quiroz considera que el usuario debe observar las cuestiones de privacidad y seguridad en la red, para tener cuidado de lo que difunde, pero por otro lado ve que este tema puso en evidencia una ausencia de normativa concreta. "Si bien podemos adecuar algunas normas, falta normativa específica para estos contextos web que son más complejos".

Nota relacionada: “Lo que no medimos es que un día somos héroes, y otro, villanos”, Abdel Padilla, periodista
 

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