La revolución Trump: ¿El jaque al establishment de EEUU?

Abecor
Varios medios se hicieron eco de la noticia: el expresidente republicano George Bush padre votará a favor de la demócrata Hillary Clinton, algo insólito por donde se mire. Hace menos de 10 días ocurrió otro acto inusitado: 75 exembajadores de Estados Unidos suscribieron una carta contra el candidato republicano Donald Trump, quien -sostuvieron- "no está cualificado" para ser presidente de Estados Unidos. ¿Qué está ocurriendo?

Parece una tendencia lógica que ante un candidato como Trump, a quien se califica de misógino, racista y que tiene un discurso antiinmigración a ultranza, haya un revuelo de manifestaciones en su contra. Pero las encuestas revelan un fenómeno que va en contrasentido. El más reciente sondeo, publicado a mediados de septiembre, da cuenta de un empate técnico entre los dos candidatos en pugna. El 46% de los consultados declaró que apoyaría a Clinton; y el 44%, al magnate republicano.

Pero las manifestaciones contra Trump alcanzan expresiones emblemáticas, y son más recurrentes que las que son a su favor. Una muestra de aquello es que no sólo artistas latinos, también varias estrellas de Hollywood repudian al candidato. El 21 de septiembre, varios actores como Robert Downey Jr., Scarlett Johansson, Mark Ruffalo difundieron un video en el que se suman a la campaña contra Trump.


Un outsider en carrera
El advenimiento de Trump en la política sorprendió, dado que no goza de una trayectoria ni es parte de una de las dinastías políticas como los Bush. Nunca estuvo en la administración estatal ni fue un representante legislativo. Tampoco fue autoridad en el ámbito subnacional (Gobernador). Sin embargo, contra todo pronóstico, logró apoyo entre los votantes republicanos, como se vio en las primarias.

Político outsider, Trump proviene de los negocios. Es multimillonario. Se sabe que amasó su fortuna edificando torres de lujo en Manhattan. Sin embargo, su ingreso a la política y la intención de voto que detenta provocó a la élite política de Estados Unidos, debido -entre otras cosas- a su discurso contra el establishment norteamericano.

"Más estrella de reality show que político, Trump es visto como payaso por el establishment estadounidense. Pero venció a 16 rivales en las primarias republicanas y se acerca a Hillary Clinton en las encuestas. La élite está en shock", escribió Steven Levitsky en su artículo "Trump y el populismo gringo".

En su carrera a la presidencia, el candidato republicano cosechó una serie de titulares en la prensa, los cuales fueron cambiando de tono conforme fue ganando adeptos y consolidando su nominación. "Trump, de ‘payaso’ a serio aspirante a la Casa Blanca", tituló un impreso de Honduras. Mientras más voces iban alertando sobre su liderazgo. Un ejemplo es el premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa, quien declaró que Trump "es un peligro para los Estados Unidos".

¿Cuál es la razón para la paradoja: respaldo electoral contra el rechazo de distintos sectores de la sociedad estadounidense? Aquello tiene que ver con el "lenguaje" que habla cierto electorado de EEUU, que lejos de temer al candidato lo ve hasta necesario. Trump y su equipo de campaña han sabido sacar ventaja de aquello.

"Donde muere el sueño americano", se denomina el reportaje que El País publicó el pasado 21 de julio, que va en ese sentido. En ese artículo se da cuenta de que en 1965, el 55% del empleo en el condado de Ottawa era industrial; en 1995 aquella cifra bajó a 25%. En términos de salario, la paga de un trabajador medio, en 2012, era un 16% menos que la de su abuelo en los años 60.

Por eso el siguiente párrafo de la nota retrata la situación: "Port Clinton -población que está en ese condado- encarna el declive de la clase media estadounidense, un motor del ‘trumpismo’". "Es un empresario como yo. Este país debe llevarse como si fuera un negocio", dice uno de los entrevistados para ese reportaje.

Los ejes de su discurso

Trump ha desplegado un discurso antiinmigración, además atribuye a los tratados de libre comercio buena parte de "la destrucción del tejido industrial estadounidense", dicen los especialistas. También se muestra como el paladín que conseguirá que EEUU recobre su hegemonía, supuestamente pérdida. No por nada el eslogan de la campaña del magnate es la idea: "Haz a Estados Unidos grande otra vez".

Pero quizá la desigualdad es lo que más explica este fenómeno. El aumento de la brecha de ese indicador es lo que provocó -según Steven Levitsky- que un sector de la clase media y media-baja se sienta excluido y considere, además, que "la inmigración y el libre comercio les quitan trabajo y están destruyendo su calidad de vida".

"Y como los republicanos y demócratas igual apoyan a la inmigración y el libre comercio, perciben (no sin razón) que la élite política los ignora. Esta es la base electoral de Trump (que, además de tirar bombas a los políticos, se opone a la inmigración y al libre comercio)", explica Levitsky.

El equipo de Trump también saca provecho de la hostilidad del establishment hacia su persona. "El desprecio del establishment sólo benefició a Trump. Se posicionó como el defensor del hombre común luchando contra una élite distante y corrupta. Y atacó a los políticos y los medios del sistema con una dureza poco vista... Y así conquistó el electorado republicano", agrega.

Esta semana, tras el debate entre Trump y Clinton, el polémico cineasta Michael Moore pronosticó que el primero vencerá en las próxima elecciones del 8 de noviembre. Entre las razones que esboza están: "El problema de Hillary". Este analista subraya que el principal obstáculo de esta candidata es ella misma.

"Es tremendamente impopular -alrededor del 70%- de los votantes piensan que no es de fiar y que es deshonesta. Representa la vieja política...", escribió.

Cuando un periodista entrevistó a Mark Singe, autor del libro "El show de Trump, perfil de un vendedor de humo", le preguntó si el candidato republicano quería ser realmente presidente, dado que abunda esa duda en círculos de analistas políticos. El escritor respondió: "Creo que ni siquiera él lo sabe. Creo que él definitivamente quiere ganar, que no es lo mismo que querer ser presidente. Su mayor miedo en la vida es que le llamen perdedor, perdedor es su insulto favorito".

Por ahora la situación es como la escena de una moneda lanzada al aire, mientras un país y el mundo ven expectantes si saldrá cara o cruz.


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Lectura del primer debate electoral

Trump vs. Trump

Isabel Mercado *


Tomado de Página Siete /AFP

Thomas L. Friedman, columnista de The New York Times, sostiene que su reacción al debate entre Donald Trump y Hillary Clinton se puede resumir en una pregunta: ¿cómo?

"¿Cómo podemos poner en la Oficina Oval a un hombre que cree que la OTAN es un centro comercial donde los inquilinos no están pagando una renta suficiente al propietario norteamericano?", dice Friedman y da varios ejemplos, todos surgidos de un recuento textual de las posiciones esgrimidas por el candidato republicano ante su par demócrata, la exsecretaria de Estado, Hillary Clinton, el pasado lunes.

No es que Hillary haya hecho despliegue de carisma, ni mucho menos, pero la distancia entre la solidez de sus respuestas y la verborragia adjetivada al extremo de Trump (sin otro aparente propósito que demostrar la expansión de sus propiedades inmobiliarias y la recurrencia de un sueño primitivo de hacer que su país sea "grande otra vez") lograron que la ex primera dama afiance su proyección como la primera mujer que presida EEUU.

Un hombre de negocios, por muy exitoso que pretenda mostrarse -y Trump no cumple tampoco con el arquetipo, especialmente en la honestidad de sus declaraciones impositivas, como le hizo notar su rival que además sugirió que probablemente no era ni tan rico ni tan generoso como quería aparentar- no puede, con tan escasas luces, mantener un ida y vuelta con una experimentada y bien entrenada mujer que, además, salió de su habitual rigidez para lanzarle algunos dardos a los que el rubio magnate no supo escapar.

Así, si algunas dudas quedaban sobre su aversión por los extranjeros y migrantes, su misógina, su fijación con hacer que los ricos sean cada vez más ricos ("exitosos" en sus palabras) y su ignorancia sobre los mayores problemas globales (el cambio climático es un invento de los chinos para que la producción de EEUU no sea competitiva, dijo una vez) y la geopolítica, este primer debate se ocupó de despejarlas. Si era un debate de ideas, Trump se traicionó a sí mismo.

El republicano fue, sin embargo, efectivo para aquellos sectores que han encontrado en él ese discurso irreflexivamente chauvinista y ultraconservador; ese discurso que sigue especulando que EEUU puede ser el país de las oportunidades para cualquier pionero que trabaje responsablemente, a pesar de que hace tiempo es una de las naciones más desiguales, y con elevados índices de deficiencia en salud, educación y derechos laborales.

Hillary, por su parte, echó mano de su experiencia y conocimiento de las relaciones internacionales, de las leyes, de las tareas y reformas pendientes: fue sensata y autocrítica. Pudo ser más sensible y empática, por ejemplo, al referirse a las muertes de afroamericanos en manos de policías blancos y al racismo enquistado a pesar de todo en su país, pero no es claramente lo suyo.

En resumen, los próximos debates antes de la elección de noviembre pueden ser más de lo mismo y por tanto apuntalar más la candidatura demócrata y el fracaso de Trump, a menos, claro, que uno de los dos decida sorprendernos.

(*) Isabel Mercado es periodista y subdirectora de Página Siete.

Nota: Este análisis fue publicado el 2 de octubre en el suplemento Ideas del periódico Página Siete. Aquí el enlace: http://www.paginasiete.bo/ideas/2016/10/2/trump-jaque-establishment-eeuu-111788.html

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